jueves, 19 de noviembre de 2020

Nueva ley educativa.

 Hoy 19 de noviembre el Congreso de los Diputados ha puesto en marcha la nueva ley de Educación con un nombre un poco trabalenguas LOMLOE pero que pasará a la historia como ley Celaá. Nombre de la ministra que la ha impulsado. El Partido Socialista ha tenido algunos muy buenos ministros de educación como José María Maravall a principios de los años ochenta o Ángel Gabilondo entre el 2009 y el 2011. No se puede sumar a la ministra actual Señora Celaá a este grupo. Está claramente en el grupo de los malos gestores de la educación española. No conozco a nadie entre los profesores, lo habrá sin duda, que tenga una buena impresión de la ministra actual. Una mala ministra cuando el sistema más hubiera necesitado liderazgo.

 Buscando, para escribir este texto, los ministros de educación de la democracia he visto que Esperanza Aguirre fue ministra de educación entre 1996 y 1999, ya no lo recordaba, debe ser eso que dicen que las cosas malas terminas olvidándolas.  También fue ministro un señor que se llama Weert, mejor no recordar su desempeño. 

Hoy en el Parlamento en el momento de la votación ha habido una impostada bronca, tenemos políticos demasiado partidarios del espectáculo. Pero en el debate no se ha hablado de educación, no estaban las esculeas y los institutos en la mente de nuestros legisladores. Se hablaba de religión, del Castellano como lengua vehicular y de los colegios corcertados.

Desde mi punto de vista, la solución que le han dado a la clase de religión es un parche que nos lleva a la casilla de salida que teníamos hace unos años. La religión pasa a ser asignatura de oferta obligatoria, sin materia en espejo, es decir, sin asignatura que cursen los que no van a religión y la nota de religión no contará. Un parche. Lo que hubiéramos necesitado es su total desaparición del currículo escolar. La escuela es el espacio de la ciencia y de la cultura. La religión nada pinta en el ámbito escolar y así llevamos siglos sin avanzar y no creo que lo consigamos. Permítanme un recuerdo personal, yo entré en la enseñanza pública en el año 1983 y siempre pensé que en unos años la religión desaparecería de la escuela, pues no, me he jubilado y ahí sigue. Y además en algunas comunidades quieren impartir otras religiones además de la Católica. Un despropósito.

En la cuestión de eliminar el Castellano como lengua vehicular en algunos territorios  creo que se les ha concedido a los nacionalistas catalanes una baza que va a reforzar sus tesis. Las lenguas no tienen derechos, son los hablantes los que tienen los derechos. La cuestión no está en que en Cataluña vaya a desaparecer el Castellano, nunca desaparecerá. El Castellano es una de las lenguas grandes de ámbito mundial y evidentemente en Cataluña todo el mundo lo sabe usar y en el futuro ocurrirá lo mismo. No es esa mi objeción. 

Lo que ocurre es que la imposición de cursar todas las materias y para todos los alumnos en una lengua que en un altísimo porcentaje de los casos no es la familiar perjudica claramente a los alumnos que tienen el castellano como lengua principal. Lo hemos comprobado en Madrid con el fallido bilingüismo que ha perjudicado y lo sigue haciendo a muchos chicos y chicas. No es fácil, a pesar del esfuerzo de alumnos y profesores, aprender conceptos de una cierta complejidad en una lengua que no es la tuya. Evidentemente los chicos y las chicas muy brillantes logran hacerlo, pero esos también lo harían en cualquier circunstancia. Son esos que decimos que aprenden a pesar del maestro...y los hay. 

La ley Celaá tiene avances, pero en general es una larga carta a sus Majestades de Oriente. Buenas intenciones y muchas palabrería. Mucho verbo en infinitivo en la línea de esa tribu tan particular de los pedagogos: mejorar, modernizar, aumentar, flexibilizar...

Es la octava ley de educación del periodo democrático y no será la última, ya que en cuanto vuelva a ganar la derecha la derogará y vuelta la mula al trigo que dicen en los pueblos. 

No he visto que entre los profesores se reciba la ley con hostilidad, tampoco se la recibirá con cariño. Lo que desean los profesores es una mayor inverisón en educación, una mejora en las instalaciones y en los medios, una real atención a la diversidad y una consideración, por lo menos por parte de la administración, hacia el trabajo docente. De la nueva ley lo que esperan es que no les obliguen a rehacer sus programaciones y no les suponga más papeleo y que no termine llegando el friki de turno a pedir los nuevos papeles y papeles..., con eso se conforman. De lo otro, de enseñar, respetar, motivar y querer a los alumnos ya se encargan ellos.

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