miércoles, 11 de diciembre de 2013

Para vacaciones

Leer y buscar en le diccionario. 


El hombre que aprendió a ladrar

Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsosde desaliento en los que estuvo a punto desistir. Pero al fin triunfó laperseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacer los chistosos o se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con humor: “La verdad es que ladro por no llorar”. Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación; ¿Cómo amar entonces sin comunicarse?
Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día, Raimundo y Leo se tendían por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta, y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión de mundo.
Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos:  Dime Leo, con toda franqueza: ¿qué opinas de mi forma de ladrar? La respuesta de Leo fue escueta y sincera: Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano.

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